miércoles, 27 de diciembre de 2017

Cada noche era un infierno. No veía la hora de llegar a casa, lavarme las manos con detergente para sacarme las marcas de las bochas, rezar y acostarme a dormir. Horas, días, meses y años de un trabajo nocturno que me enseñó muchas cosas. Fue una experiencia única, por eso no quisiera repetirla. Toco madera.