sábado, 28 de diciembre de 2013

Cuando sabía que ya no iban a entrar más clientes, se sentaba a leer el diario, prendía un cigarrillo y se tomaba su wiskisito - así lo llamaba. Eran horas y horas de escuchar el mismo disco. Era extraño lo que pasaba, era extraño ver las canchas de bowling vacías, sin ese ruido infernal de los palos y el murmullo de la gente feliz. Yo me tiraba a descansar sobre unos tablones que hacían de cama y me ponía a leer, a escribir. Así nació Sábanas de viento, tirado sobre unos tablones en un lugar terriblemente deprimente pero con luz, con mucha luz. Rogaba que no entrara más gente, que se hicieran las dos de la mañana y que nos dijeran: "Chicos, cierren las cortinas nomás. Ya no va a entrar nadie". Ahora, que han pasado los años, creo que eso también era la felicidad: tan joven y tan viejo. Yo sé bien que la poesía salva.

http://www.youtube.com/watch?v=8mBoAxFgALI