sábado, 30 de mayo de 2009

En apariencia las hojas están distantes, desordenadas. En apariencia. Pero el dolor es el mismo, no ha cambiado. El universo sigue intacto. Nada es el exterior. No hay relojes para sufrir. Lágrimas de humo concentradas en un poema oceánico. Uno solo, no dos. Encierro. No querer ver. Sólo el techo. No hay apuro, sanará.

De dolor en dolor, como piedras arrojadas al vacío, arrastro mis hojas al silencio.